LA SINVERGONZONERÍA DE SÁNCHEZ

El sábado 28 de octubre de 2023 asistimos al mayor espectáculo de sinvergonzonería que la política española nos había regalado en la democracia: Pedro Sánchez, cuya campaña electoral se basó en negar la amnistía y el referéndum, anunció, con motivo del Comité Federal del PSOE, que "en nombre de España, defiende la amnistía". Es una frase de auténtico dictador: él, que no es más que un presidente en funciones, habla en nombre de todo el país, como si este se redujera solo a él, y defiende una ley que dos meses atrás rechazaba. Podemos empezar a decir sin miedo al error que estamos ante el inicio de un gobierno presidido por un tipo que ha asumido las características típicas de los déspotas y pretende instaurar una dictadura parlamentaria. 

Era penoso ver ayer a todos los cargos del PSOE aplaudiendo el discurso inverecundo sabiendo que de no hacerlo el mes siguiente no cobran el sueldo. ¿Dónde están los críticos, es decir, Page, Sánchez-Vara y Lambán? Ya se lo adelanto: en ningún sitio. Dirán algo, pero no harán nada porque no conocen más fidelidad que la del partido. Creo que el proyecto de legislatura es el siguiente: primeramente, aprobarán la amnistía que convalidrá el TC, otra institución que está hecha trizas; posteriormente, elegirán a los mimebros del CGPJ sin acuerdo con el PP, previa convalidación también del TC; y, finalmente, se convocará un referéndum consultivo en todo el territorio sobre la monarquía que en Cataluña y País Vasco será tratado como referéndum de autodeterminación. Es un itinerario para la destrucción de la nación española, y ese es el principal objetivo de Sánchez y sus socios.

A mi juicio, esta crisis constitucional y nacional -la primera es consecuencia de la segunda- demuestra dos cosas: por una parte, que la Constitución de 1978 no ha servido para defender a la nación de los ataques de un presidente dispuesto a cargársela, y, por otra, que la sociedad española está absolutamente aletargada, asistiendo pasivamente mientras toma cervezas y ve fútbol a la consumación de un proyecto político que la despedaza. El control de los medios de comunicación es tal que ante una evidentísima traición la sociedad ni siquiera ha reaccionado. Debemos empezar a asumir que a nuestros compatriotas les da absolutamente igual que España se rompa. En el año 1980 afirmaba García-Trevijano que la Constitución de 1978 no instauraba una democracia, sino una partitocracia, una dictadura de los partidos políticos que, cuando la sociedad estuviera lo suficientemente controlada, harían lo que quisieran. Él decía: "los partidos políticos secuestrarán la democracia". El tiempo le ha dado la razón. 

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