LA LEY TRANS Y LOS CRÍMENES

Últimamente, mientras estoy entrenando en el gimnasio, he cambiado la música por los podcast. Generalmente, y dado que mis intereses suelen ser siempre los mismos, escucho programas de política o de toros, pero recientemente me he enganchado a lo que se ha llamado el "true crime", es decir, programas donde se relatan crímenes. La verdad es que siempre me ha interesado la crónica negra y la sección de sucesos -ya extinta- de los periódicos, quizá por aquello de conocer el alma humana y el umbral moral de la sociedad. En este sentido, encontré no hace mucho "Crims", que se retransmite en RAC y TV3, dirigido por un periodista llamado Carles Porta que, aunque es un independentista confeso, es un gran narrador. Al contrario de los que piensan los nuevos capillitas que abonan la "cultura de la cancelación", conviene no ser dogmático y apreciar la calidad donde la halles. Carles Porta dirige un excelentísimo programa, muy documentado, donde cada semana suben un capítulo nuevo contando crímenes que han sucedido en España. 

Esta mañana, al tiempo que sudaba, he escuchado el episodio referente al crimen de una tendera en Palafrugell, un pequeño municipio turístico gerundense, que sigue sin resolverse después de más de veinte años. Resumidamente: una tendera fue asesinada en un aparcamiento cuando se disponía a regresar a casa después del trabajo. No se sabe quién ha sido y la investigación está en un punto muerto desde hace quince años. Iba escuchando el episodio, y un detalle me llamó la atención: la Policía científica, gracias a los nuevos avances tecnológicos, puede a partir de una muestra de sangre determinar si ésta pertenece a un hombre o una mujer en función de si se hay presencia del cromosoma Y o no. Al escuchar este dato inmediatamente pensé en la ideología de género y la Ley Trans. Si el cambio de género permite a la persona identificarse con el nuevo género, incluso a efectos administrativos, se plantean dos situaciones en relación con un homicidio como el de la tendera de Palafrugell:

  • El asesino huye sin que nadie pueda identificar si era varón o mujer. El tal caso, si la prueba en el laboratorio concluye que el cromosma Y estaba en la muestra, los investigadores descartarán a toda la población de sexo femenino, por lo que una "mujer trans", a pesar de que su sangre sí tenga cromosoma Y, será automáticamente descartada. Conclusión: se asegura la impunidad. 
  • El asesino huye pero hay testigos que lo identifican con un sexo determinado. Se recoge la muestra sanguínea y, efectivamente, concuerda con el dato aportado por los testigos al observarse el cromosoma Y: el presunto asesino es hombre. Sin embargo, la investigación se dilata en el tiempo, cosa bastante común, y se van realizando diligencias de investigación que pueden tardar meses o años. En ese tiempo, el presunto asesino decide cambiarse el género y, a partir de dicho momento, a todos los efectos es una mujer, por lo que en cualquier listado jamás aparecería como sospechoso. Conclusión: impunidad.
Con esta pequeña reflexión solo pretendo dejar negro sobre blanco mi preocupación al escuchar el episodio esta mañana. Cada vez soy más consciente de la importancia de tener en cuenta los efectos colaterales o concomitantes de la legislación, pues, en casos como la "Ley Trans" o la "Ley de eutanasia" donde los efectos son irreversibles, pueden producirse situaciones con consecuencias letales.

En todos los debates que he tenido con gente que apoya y está a favor de la "Ley Trans" siempre he observado que recurren a un argumento falaz, pero que tiene muy buena prensa: esta ley no obliga a nadie a cambiarse de género, solo da libertad a quienes sí lo desean. Mi respuesta siempre fue la misma: esto no va de libertad, sino de responsabilidad. Nadie se opone a que una persona haga uso de su libertad para emborracharse a whisky en su casa o a que una persona se ponga una camiseta térmica para correr a mediodía en pleno julio, pues son acciones íntimas, decisiones que no afectan a terceros. Sin embargo, cuando una acción afecta a la convivencia porque tiene efectos, y ser hombre y mujer tiene efectos en la sociedad, no solo jurídicos, aunque también -p. ej., ser sujeto activo de determinados delitos o ser beneficiario de una medida de discriminación positiva-, ya no es una cuestión de mera libertad, sino de convivencia y ajuste. Por consiguiente, creo que de ninguna manera, y solo mediante la mera voluntad, una persona puede decidir si es mujer u hombre porque esa decisión tiene importancia en aras a la convencia, o, como diría Sergio Cotta, en la existencia humana. Conviene comenzar a asumir que la libertad propia de la Modernidad, la libertad omnímoda, es un engaño y hay que combatirla.

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